18 de febrero de 2009

Vocación de acantilado

Cómo recorrer los límites de este mundo sin que duela. Ven y recítame a oscuras unos versos que hablen sobre el fin del mundo o el principio de la piel. Mis ojos conocen tu herida bajo la lluvia.






Nunca fui caníbal. No sé a qué saben los hombres por dentro, apenas mordí alguna piel y algún labio. No hay pérdidas. Tú no tienes huecos. Eres sangre y eres vida y todo lo que recorre los límites de tu cuerpo da hambre. Los rastros entre tus huesos y la carne son huellas de un naufragio. Deja que sigan ronroneando entre tus dedos y tus pies. Deja que acaricien tu piel y sabrás que estás vivo, que sientes y que no necesitas salvavidas.

8 comentarios:

Ánuar Zúñiga Naime dijo...

Tres.

Anónimo dijo...

Me has hecho. A partir de ahora no habrá marcha atrás, no podré olvidar esto nunca.

Y me alegra tanto.

raúl quinto dijo...

el hambre es una condición precisa para el crecimiento. El ser hambriento siempre está en movimiento. y eso es bueno. no sé si me entiendes.

Anónimo dijo...

Visto que no lo entiendes me explico: que sientas y pienses así, y digas esto, que digas esto, me marca profundamente. Me honra. Me faltan las palabras.

Anónimo dijo...

Tan hambrienta y buscadora como siempre, sedienta de vida a 7 horas o miles de kilómetros... hecho de menos tus palabras en la pantalla. Estoy cerca del mar... ¿te vienes?

Naufrago y narciso

Carmen G. de la Cueva dijo...

Anuar, 1. Faltan 2.

Borja, cuántas noches quedan para agosto? Provocarás la lluvia para mi?

Raúl, nunca dejaré de estar hambrienta. De carne, de piel, de bocas y de infinitas conversaciones.

Narciso, venga en una barca de papel hasta el golfo de México. Nos vemos a las 00?

Anónimo dijo...

Tres días mínimo y espero que uno sea domingo y por la tarde... te adoro

Anónimo dijo...

Sí, voy a desnudarme y pintarme la cara, para subirme a la azotea y aullar, y bailar con un palo de fregona con que atravesar búfalos y aullar y seguir aullando, invocando la lluvia. No lo dudes jamás.