23 de agosto de 2011

Todas las cosas conspiran para la desaparición.






De mí no quedará nada tras mi muerte. Cada una de mis partículas retornará a su elemento. Pero mi palabra ha trazado una estela, ha vibrado en doscientas cabezas y en doscientos tórax a la vez. Y lo que vibra sigue su camino, empuja, se recarga, se multiplica, crece y sigue. Se transforma. Apenas oído se habrá de transformar. El destino de la palabra es desintegrarse cuando llega a tocar lo que es más sólido que ella: la carne, desintegrarse como se desintegra cualquier signo apenas cumple su cometido que es el de mostrar aquello a lo que apunta. Pero la palabra es más que un signo, es una fuerza viva que se deshace igualmente cuando alcanza la materia que ha de darle nueva forma. La palabra se encarna, su destino es encarnarse. Se hace fuerte mi palabra en doscientos cuerpos, se hace fuerte y se multiplica, deshaciéndose.


Chantal Maillard




2 comentarios:

juan bello dijo...

La entrada anterior me ha estremecido. Me ha recordado a una persona importante para mí. Me has hecho temblar, el vello erizado.

Carmen G. de la Cueva dijo...

Gracias por tus palabras y por leerme.