Mis manos eran las de una niña
vieja que sabía de la muerte
antes de haberla visto asomar
por las ventanas
Cuando yo de niña ya era
una anciana, quería escribir libros
para no desaparecer
no quedarme en la nada
Ahora que pasan los años
no consigo reconocerme en el espejo
quiero volver a esa región tranquila
donde las tardes tenían
un fin que era el principio
porque mi rostro es
la imagen de un presente borroso
del vacío que reside en el estómago
Y en la espera hay un agujero
un silencio que tiembla
un camino de cenizas.
vieja que sabía de la muerte
antes de haberla visto asomar
por las ventanas
Cuando yo de niña ya era
una anciana, quería escribir libros
para no desaparecer
no quedarme en la nada
Ahora que pasan los años
no consigo reconocerme en el espejo
quiero volver a esa región tranquila
donde las tardes tenían
un fin que era el principio
porque mi rostro es
la imagen de un presente borroso
del vacío que reside en el estómago
Y en la espera hay un agujero
un silencio que tiembla
un camino de cenizas.
2 comentarios:
Y del silencio y de caminos así aparecen creaciones como estas, que no desaparezcan nunca.
Un poema precioso, Carmen. Me gusta mucho la imagen que has creado en la primera estrofa. Veo que sigues dando buenos frutos y el verano no te adormece demasiado.
¡Espero noticias tuyas!
Besazos :)
Tengo la sensación de que todo lo que escribo está cubierto por un manto de tristeza...
Gracias, B.
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