5 de diciembre de 2013

Senos y huevos







No dejo de pensar que un día también a mí me bajará la regla, que me durará décadas hasta que se acabe por completo, que un mes detrás de otro la sangre correrá entre mis piernas. Me parece terrible. Además, en casa no hay compresas y eso me deprime aún más. Aunque me venga, no pienso decírselo a mi madre. Lo voy a hacer todo a escondidas. Leí en una novela que la protagonista "recibía" su primera regla (¡"recibir", como si se pudiera decir algo así en lugar de "tener" la primera regla!) En uno de los diálogos la chica se mostraba muy agradecida: "¡Gracias, gracias! Al fin podré convertirme en madre algún día. ¡Gracias por darme la vida, mamá!". Aquello me sorprendió tanto, que tuve que leerlo varias veces para comprobar que era cierto lo que estaba escrito. En las novelas, cuando una chica tiene su primera regla, todo el mundo se pone muy contento, lo habla con su madre que le explica comprensiva: "¡Ya eres una mujer, cariño!" A mis amigas les han organizado una ceremonia de felicitación en la que se come el arroz con judías rojas típico de las celebraciones. ¡Cómo si hubiera algo que festejar! Es demasiado. Parece que en las novelas las cosas ocurren siempre por algún buen motivo, como si de esa manera quisieran empujar a los lectores a que sintieran lo mismo, obligarles a pensar de una determinada forma. El otro día en el colegio, en uno de los cambios de clase, una chica dijo que ya que había nacido mujer quería tener hijos algún día. Parece ser que solo por el hecho de sangrar por ahí una se convierte en mujer. Luego se pusieron a hablar de qué es una mujer, de por qué somos nosotras las que damos la vida y todo eso. ¿Qué motivo hay para estar tan orgullosa? ¿Qué hay de bueno en ello? A mí no me parece que tenga nada de maravilloso y a lo mejor por eso me repugna. Son los libros que nos obligan a leer los que cuentan así las cosas. Nos hacen pensar que todo es maravilloso. Yo en cambio, me doy cuenta de que tengo un cuerpo que tiene hambre, que tiene ciclos hormonales, que funciona sin preguntarme nada, ajeno a mi voluntad. Es como si estuviera encerrada en él. Por la simple razón de nacer hay que vivir (...)

Senos y huevos, Mieko Kawakami, traducción de Fernando Cordobés y Yoko Ogihara. Sd-edicions, Barcelona, 2013.




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