12 de mayo de 2012

El desierto es una multitud que ahoga


Al fin ya me he instalado. La cosa ha tenido su complicación. La mudanza me ha llevado dos largos días. No me gustan esas horas de fiebre, esa atmósfera de provisionalidad y de incomodidad que envenena una habitación nueva. Los objetos se extravían. Uno no sabe dónde sentarse. Cualquier tontería te enerva, un ruido insólito, un clavo al que te agarras. Durante mucho rato he dado vueltas y más vueltas sobre mí mismo, como un perro que no tiene donde caerse muerto. Ahora todo está arreglado, he deshecho las maletas y he ordenado los libros. Respiro. Puedo retomar la pluma y garabatear durante horas en este cuaderno. Me reencuentro, a mí mismo, y nada más que a mí, cara a cara con esta soledad que he echado tanto en falta en los últimos dos días, como si fuera una droga de la que estuviera intoxicado. 


Ceniza en los ojos, JEAN FORTON


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