Mis versos sobran como una mosca encima de la mesa. Escribir se convierte cada vez más en una losa. Me asfixia la imposibilidad de crear un universo. Ha dejado de ser un ejercicio de supervivencia. Ahora estoy en una cárcel en el desierto sin desierto. Una jaula de arena lejos de todo. Unos barrotes que son mis manos. Pero hay luz al borde del verano. No habrá despedidas sino reencuentro. Sé cuál es nuestro destino, pero no lo conocemos. No debo herirte tanto. Es extraño llenar maletas de libros a dos mil kilómetros de ti. Siempre mezclo amor con literatura. Y derramo sobre ti, inútilmente, todo mi llanto. Es el sexo aquello que nos salva. Y nos hiere. Queda ya escrito. Vuelve. Aparta de mí los versos.
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