15 de mayo de 2010

Praga-Cracovia-Granada-Sevilla o ahora me detengo

Estoy devuelta al Sur. Cuesta enfrentarse al vago desierto que forma la página en blanco. El tiempo pasa veloz y la lengua se seca. Siempre hay tiempo para marcharse si sabes adonde ir. Ulises cruzó el desierto para verme. Trajo consigo arena y los versos de Kavafis y a cambio se llevó los de Valente. M. y yo atravesamos la Chequia y parte de Polonia hasta llegar a Cracovia. Paseamos y compramos amuletos de papel. Fuimos a Auschwitz. Cientos de maletas, pares de zapatos, mechones de pelo, fotografías con nombre y fecha. Escalofríos. Escalofríos que paralizaron mis pies y párpados. Auschwitz es la nada. Auschwitz es todos nosotros. La angustia del horror detenida en el silencio de un campo de hierba. La librera de Cracovia nos habló de sus sueños. Ella atrapada en el campo de exterminio. Una pesadilla repetida cada noche durante años desde que visitó Auschwitz con sus profesores y compañeros de clase. Esa misma noche un desconocido nos siguió por las calles de Cracovia y nunca supimos su identidad. La memoria, si la dejas, desordena a su antojo los recuerdos. Soñé que era Auxilio Lacouture. Leí Amuleto como si leyera mi propia historia. Me creí la madre de la poesía mexicana. Y que México Distrito Federal, metrópoli apocalíptica donde todo lo que puede llegar a ocurrir y no ocurrir indefectiblemente ocurre. Llegó el momento de despedirse de Praga. Otra ciudad ciudad más que se me escapa de las manos. Mi respiración se oxida a medida que acumulo kilómetros. Una inmensidad vacía. Volver al Sur. Dejar a M. en el Norte. Llevo sobre mis tiernos hombros una distancia que me incendia la garganta. Estar, ahora, en casa con la triste escritura de una apátrida. Cuál es mi lugar. Me esfuerzo en descifrar los pasos. Granada llama. Asesino de espejos me acoge entre sus pueriles manos y me enseña la vida bohemia. Paseos largos por los tristes, libros y libros y versos de plástico y carne, cartas a desterrados, suizas, vainilla, Nicanor, Claribel y Penélope con sus certeras misivas: es mejor para ti / que te demos por muerto. Comprar Exhumación y hablar de máscaras y superficie. Sobrevivir en Ciudad Juárez. Hablar de la muerte. Pensar en un poema. Escribirlo mentalmente. Volver a Sevilla. Permanecer aquí. Sin saber cómo. Acostada boca abajo en este colchón sucio con la intención de contar un viaje, el viaje. Los días y las noches que has pasado sin dormir porque no tenías versos. Ni poemas. Ni dunas blancas y hondas en las que ocultarte para encontrar tu sitio. Por qué preguntarse todo el rato. Un libro posible. Un desierto aproximándose / un desierto que me habita. Un lamento que posee el silencio y da voz a la herida. Quietud. Deriva. Quiero crear una puerta: para poder cerrar y abrir, como pupila o párpado, los mundos.






































































































































3 comentarios:

María Torralba Luque dijo...

Esalofriante el sueño de la librera...
Volver al lugar donde creciste de vez en cuando no está tan mal. Es imposible no sonreir al descubrir como a pesar de un par de cambios superficiales, las cosas siguen igual, sin transformarse.

Carmen G. de la Cueva dijo...

María, a mi me sorprendió que aquella mujer compartiera con nosotros esa vivencia. Me ocurre cuando regreso a casa que veo más canas, más arrugas, más centímetros de altura en mis hermanos y un pueblo quieto, inmutable. Es inquietante y, si te quedas mucho tiempo, aburrido. No puedo estarme quieta pero es un refugio tener un hogar donde volver y sentir el calor de los rostros conocidos.

tournesols dijo...

écrire-moi, belle!