18 de septiembre de 2009

Sálveme quien pueda o la fuga atómica









Mírame. Odio esta horca que me arrastra al error axial. Cada mensaje es una tentación que no tiene nombre. Herir o dejarse vencer. Esta noche no leo, sólo miro fotografías de desnudos como si quisiera ser parte del instante. Ser pezón. Ser curva. Ser músculo enmudecido. Hueso y vello púbico. La piel es un desierto en llamas. Quiero una ración extra de noche. Los dedos dicen la verdad. Los dedos descienden al sexo. ¿Gimes? Gime. Hazme amarga. Hazme ceniza entre tus manos. En la boca el estímulo que necesitábamos. Mis muslos como ramas. Mis muslos absorvidos por el lenguaje. Entre mis labios, el infinito. Última noche de viernes noche. A medias. Primero era el placer. Segundo, el silencio. El deseo, cercano a la ceguera, prolongando mi piel hacia la despedida. Danza sobre mí. O sigue tocando las cuerdas. A qué más puedo exponerme. Tú puedes jugar con mujeres más bellas. Arráncame el capricho hasta que tenga frío. Entonces, vuelve. Clávate. Y dame lluvia. Aliento. Espasmo. Fruición. Yo te llevaré por estos bordes hacia adentro.






Rick Chapman

3 comentarios:

victor bueno dijo...

Yo quiero una ración extra de esta poesía

dediego dijo...

Si no dejas de pedir lluvia me voy a deshacer en sangre y astillas.

Rubén Darío Carrero dijo...

Tu cuerpo no ha destinado en ningún átomo
Aceite
breve
llama
de tu sexo.