31 de agosto de 2009

Los desnudos y los muertos







Pienso en los cuerpos con olor a hierba. Los cuerpos con olor a sangre. Y en los hombres heridos, esos que confían en desconocidas para emocionarse. Tendrán hambre esta noche. Darán su cuello por un café. Y una lengua húmeda con sabor a tierra. Dudo de todo. El sexo es una obsesión que no me pertenece. He decidido morir de sed. No beber saliva ni agua. No probar la lluvia. -H-a-m-b-r-e- el indicio de los límites. Supongo que sólo tengo el valor de existir ahora. Donde las mujeres me leen y los hombres me miran a los ojos. Puede que sea la necesidad de volver a la cama. La inutilidad del verano, la proximidad del vértigo. Nadie me conoce. Los hombres heridos y sus breves conversaciones únicamente dejan tiempo para el instinto. ¿Y la voz? La frontera se encuentra entre el desnudo y la muerte. Lo que se oculta. Se desea. Se calla. Una radiografía del miedo y los complejos encima de la acera. Entre paso y paso. Entre roce de manos y duda. Aprieto los labios. Dejo caer el apetito. Tiemblo.



3 comentarios:

tournesols dijo...

yo también tiemblo de coincidencia y de todas estas letras y de poder saludarte y bonjour bonjour petite oiseau.

un beso, l*

Carmen G. de la Cueva dijo...

las coincidencias son como una luz inesperada... encantada de tenerte por aquí...

Leo Zelada dijo...

Temblar como una grieta de hielo.